martes, 25 de diciembre de 2012

NAVIDAD de Julio Gallego



Es común por Navidad

establecer peticiones,

votos de fraternidad

y promesas de perdones



Era tiempo de terrores,

de ojo por ojo y venganza,

cuando un maestro de amores

trajo una nueva enseñanza


Frente al odio tolerancia;

ante el engaño nobleza;  

contra el furor la templanza

y ante el dinero pobreza


Pero ¡ay!,  que no es suficiente

con la desnuda verdad

para atraer a la gente

al cultivo de bondad:


para ganar la partida

se usó amenaza y prodigio,

vida después de la vida

y un trío de gran prestigio



Es común en Navidad

establecer peticiones:

maceren en realidad

las falsas exaltaciones

Se establecieron las normas,

directrices y sanciones

con que llevar a sus hormas

las masas, sin disensiones


Quedaron liturgias hechas

de santos y adoraciones

con que ir avanzando fechas

sin parar en reflexiones


Se distribuyeron cargos

para ordenar los deberes,

edificando muy largos

y muy anchos los poderes


Nos cargaron como el plomo

con deudas y condiciones,

culpas que espiar y cómo

comprar las exculpaciones


Es común por Navidad

establecer peticiones;

actuemos por hermandad

y no por obligaciones

Se inventaron los ascetas,

místicos e iluminados

 y muchas otras recetas

de efectos no demostrados


La denuncia y  represión

fueron méritos mayores;

silencio y resignación

los  consejeros mejores


A buen recaudo guardadas

siempre las llaves del cielo

y, tras las puertas cerradas,

en el más allá, el consuelo


Llaves del bien y del mal,

del poder y del dinero,

de la conjunción carnal,

de la pluma y el acero



            Es común por Navidad

            establecer peticiones;

            pido que la libertad

            reviente sus sujeciones



Y estallaron las creencias

en baile de uña y de diente,

se impusieron penitencias

en oriente y occidente


Y se ensuciaron las mentes

y se acortaron las vidas

y se encumbraron dementes

de doctrinas homicidas


Coronas, mitras, blasones,

nuevas piezas de vestuario,

estandartes y pendones

e insignias para el gregario


Contra mí, si no conmigo;

negro o blanco; sol o luna;

sólo amigo o enemigo;

hijo de luz o sin cuna


Es común por Navidad

establecer peticiones:

que no se enciendan más mechas

de odio en los corazones


Entre casullas gastadas

y palios desvencijados

y beatas abjuradas

y dioses desprestigiados;


entre cruceiros ajados

o afiladas medialunas,

andan otros invitados:

quiromancias, Bach o runas,


magia negra, espiritismos,

vudú y ritos teutónicos,

cábalas y satanismos

y consuelos telefónicos,


también nos venden su ayuda

con sus propios misticismos.

Nuevos profetas, sin duda,

de los viejos espejismos


            Es común por Navidad

            establecer peticiones;

            pediré amor y piedad

            sin credos ni condiciones

Julio Gallego

                                                                                             

miércoles, 21 de noviembre de 2012

"LLUVIA" de Haydée Acosta Godoy



     Al levantarme, descubrí una negra columna que ascendía por uno de los pilares del fregadero, para luego continuar en horizontal en una hilera, que avanzaba acompasadamente , hasta un punto que se perdía en la unión de los grifos con la pila.  Eran las hormigas, mis inquilinas ocasionales, que iban y  venían por la misma ruta, sin chocarse siquiera y empeñadas en su trajín sistemático, que daba al conjunto un balanceo monótono e hipnotizante, para mis ojos todavía entornados entre el aleteo del sueño.  No quise interrumpirlas demasiado. Siempre tuve un gran respeto por estos insectos al verlos tan laboriosos y esforzados en preservar su habitat y aunque a veces me disguste un poco encontrármelos en el camino de mis quehaceres cotidianos, procuro hacer como si no los viera.
     
      Sólo al cargar la pava para el desayuno, noté que algunas se dispersaban, las que estaban más cerca del chorro de agua, seguramente sobresaltadas por el ruido que producía al caer, haciendo eco sobre el metal.
La mañana era calurosa. Olvidándome de las hormigas, me senté a tomar mi infusión y ya noté que una mosca testaruda se posaba al filo de la taza, o en el borde del azucarero, sobre la radio, luego en un tarro de especias; la mesa de mi cocina era para ella un mundo por descubrir y cada vez que yo intentaba darle caza, ella se zafaba burlándose de mí. Conforme pasaban las horas aumentaba el calor e iban apareciendo pequeños enjambres de moscas que zumbaban y se tropezaban constantemente con mi frente o con alguna otra parte de mi cara, como si esperaran que respondiera a alguna duda crucial de sus efímeras existencias.  El sol del mediodía fue cediendo paso a un nublado denso cargado de humedad, creando un ambiente bochornoso en el que el trajín de moscas iba en aumento dentro y fuera de la casa.  En la calle, los vecinos mientras charloteaban, daban manotazos en el aire a derecha o izquierda para librarse del acoso mosqueril.  Al caer la tarde, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia.  Me dí prisa, colocando estratégicamente en algunas zonas del patio tres paraguas ya desvencijados, para proteger algunos objetos y plantas delicadas que se encontraban muy expuestas.  Gran decisión ; apenas media hora más tarde, un río de agua a gran velocidad avanzaba por paredes y suelo,  arrastrando consigo hojas y flores del jazmín y la bugambilla, como si una primavera ahogada en su propio llanto, sucumbiera en el desagüe sin remedio. 
      Las hormigas y las moscas, eran los signos inequívocos de esta tormenta ; unas, saliendo a hacer acopio de víveres antes de que el agua sellara los caminos de acceso a sus despensas de alimento ; las otras, presintiendo una muerte inminente y tratando de subsistir el mayor tiempo posible en los rincones más cálidos de los hogares,o cerca del corazón de los seres humanos, para no morir solas ; tal vez ellas también lleven impreso el miedo a lo desconocido.   La lluvia no cesó por dos días.  Bajo los primeros rayos de sol del tercero, varios paraguas recuperaban su tersura, brillando todavía por algunas gotas dispersas en su superficie.
     Así es que cuando llegan los dias de lluvia, los paraguas se abren en mi patio como flores raras de una especie nada común.

Haydée Acosta Godoy

31/10/2012

Tema: LLuvia

domingo, 8 de julio de 2012

"POESIA PARA UN CAMBIO DE TIEMPO" de Ildefonso Gómez Sánchez.




   Crece silencioso el verso,

   buscando las cotas más sublimes,

   donde las estrellas titilan

   y la noche vomita sueños

   para erradicar las pesadillas

   de aquellos que olvidaron el sabor

   del pan madrugador y el canto del gallo.



    Pienso en las palabras que contaminan el ánimo

    y pulverizan la sangre de cristales,

    que envenenan la musicalidad de la risa.


     Recuerdo aquellos versos que cantaron en el pecho
                                        

     de un hombre que rompió el futuro,

     con el aire que producían las palabras

      que volaron de un sueño prodigioso,

      y que ahora canta en el desconsuelo del rebuzno.



      El minuto hoy marca la hora de un cambio de tiempo.

      El sol languidece y aquí estamos,

      con la pasión enferma de los viejos poetas.

      Quedan versos con destino al corazón del prófugo

       y que huyen arrastrando sombras

       que antes yacían en la vieja caverna.



         Todo es creíble hoy en día y cambiamos significados,

         vaciando de contenidos las palabras:

         La prima ahora es de riego y los mercados

         ya no venden verduras frescas de la huerta;

         el rescate es un juego sin sentido

         y la bolsa no alberga nada  material,

         que se vende y se compra.

         Estos versos nacen de la prensa 

         hartos de ver sólo negros titulares

         y sueñan con el ritmo del poema.



         Todo lo inverosímil es posible esta tarde.





Ildefonso Gómez Sánchez.
            

      21/06/2012

miércoles, 4 de julio de 2012

"TERTULIA A VOCES" de Haydée Acosta

"Amanecer" de Markhus 2008


      El día amaneció en rojo. La pasión avanzaba por las calles desde el temprano mediodía, entremezclado con el amarillo brillante del sol, haciendo gala de una unión prometedora y duradera.
      Banderas en balcones y mástiles,  banderas como mantones, envolviendo el deseo ferviente del triunfo, que hace más fuertes a los débiles y cómplices a los desconocidos.
      Alguna trompeta madrugadora y descarriada, llamando al patriotismo desmesurado de los compromisos anónimos y pasajeros; algún tambor a destiempo, anunciando la gloria.
      La pasión iba creciendo en las burbujas de efervescencia, que subían a los repechos más escarpados de la euforia para estallar, en su momento, en estruendos de voces y griteríos.
      Poco vale la reflexión pausada y el intimismo de la palabra, frente al impulso irrefrenable de la adrenalina emocional.
     El poeta aguardó pacientemente.  La poesía es como un río que no puede detenerse  y  fluye suavemente hasta ese momento en que desemboca al mar; entonces se multiplica, crece y baña con olas de sentimiento, las irregulares orillas del corazón humano.
     Por fin el poeta habló y nunca antes su voz había sonado con tanta claridad, con tanta esperanza y fuerza, como en aquella tarde en que surgió confundida con los ecos de  "¡España!   ¡España!  ¡Viva España!

Haydée Acosta

Tertulia del 29 de junio de 2010
Tema: Monográfico sobre Luis Rosales

martes, 15 de mayo de 2012

"EL SOMBRERO" de María Bueno

"Dama con sombrero y capa" de Gustav Klimt
                
     Se despertó sobresaltada, por unos instantes no supo ni la hora ni el sitio donde estaba. ¡Otra vez! Se había vuelto a quedar dormida en el sillón.    Le tendría que dar la razón a su hija, siempre le decía, -  Ese sillón tiene algo mágico, el que se sienta en él se queda frito.
     La televisión con el sonido muy bajo seguía prendida, sintió los ojos pegados, desde que tuvo el último resfriado se le llenaba de legañas, se incorporó y aun adormilada fue a lavárselos.
     Estaba secándose distraídamente delante del espejo, cuando al mirarse noto como un escalofrío le recorría el cuerpo, no podía apartar la vista, su reflejo pálido y asustado no era lo que miraba, sino a la mujer que tras ella la miraba a su vez.
     Era una señora con un sombrero de ala ancha rodeado con una cinta de  raso rosa anudada bajo su barbilla, la mujer de una serena belleza la miraba con una dulce sonrisa.
     Mientras intentaba moverse rígida por el miedo su mente trabajaba vertiginosa, ¡Qué demonios! ¿Quién es? ¿Cómo ha entrado?
     Cuando por fin tras unos segundos que le parecieron eternos, recobro la movilidad y se volvió la mujer había desaparecido.
      Volvió a mojarse la cara y se miro, pero ahora el cristal solo reflejaba su imagen. Aun asustada se dirigió al salón, al entrar sintió  que el corazón como caballo desbocado se le subía a la garganta .amenazando con ahogarla.
     ¿Qué estaba pasando? Su sala de estilo moderno y minimalista, se habían trocado  por otra de épocas pasadas, pesadas cortinas de terciopelo sustituían a los ligeros visillos, el lugar del televisor lo ocupaba  un antiguo gramófono  que derramaba una suave melodía que se extendía por toda la habitación   erizándole  el vello. Dio unos pasos temblando de miedo, notando bajo sus pies la mullida alfombra de damasco, rozo con sus manos el respaldo de uno de los sillones floreados estilo victoriano, y noto como de su garganta un grito luchaba por salir, cuando por fin lo consiguió, el  mismo grito la despertó.
     Estaba en el dichoso sillón “Mágico”  Todo fue una pesadilla, quizás la cena fue demasiado copiosa.
     Se levanto mirando recelosa a todos lados, y sin entrar en el baño se dirigió presurosa a su habitación,  se metió en la cama tapándose la cabeza.
      Por la mañana cuando bajo  aun tenía el miedo en el cuerpo, pero la luz del día lo cambia todo, y pensó ¡Qué tontería!
Sin embargo al entrar en el aseo evito el espejo.
     Se dispuso a salir y al ir a coger el abrigo del perchero, lanzo un grito y se desmayo. Cuando su hija consiguió reanimarla, ella encogida y temblando, solo acertaba a decir, -El sombrero… el sombrero y señalaba al perchero, allí colgado estaba el sombrero de la mujer del espejo.

MARÍA BUENO.

domingo, 15 de abril de 2012

MARGARITAS DESHOJADAS de Vicky Fernández



Celia, temerosa, deshojaba una margarita mientras se palpaba su dolorido rostro desfigurado por la última paliza. Sí, Ángel la amaba, le confirmó el último pétalo caído.
Hoy, los pétalos de las margaritas se deshojan alfombrando su tumba.

                            Vicky Fernández

martes, 10 de abril de 2012

"EL RELOJ" de Ildefonso Gómez Sánchez


Cangrejos de ritmo constante
devoran las huellas del minuto
al compás de un andante
sin melodía ni acordes.

Penitentes de luz y de sombras
caminan en el ángulo muerto
de una verdad que se esconde.
La nada no es el tiempo
que poco a poco se acaba.

Un martinete cansino
pone su ritmo en la fragua,
moldeando las manos del tiempo.
Doce mil quinientos seis,
trece mil cuarenta y cuatro
de un tiempo posible.

Cada fracción cuenta.
Cada fracción canta.

El horizonte de añiles
parece cada día más cerca.
Medrana cabalga al trote,
embelesando el ritmo sin pausa,
que va marcando el tiempo
en la esfera sin sueño de los relojes.

Ildefonso Gómez Sánchez

Tema: EL RELOJ
16/01/2012

jueves, 29 de marzo de 2012

EL PUENTE, por Lucía Muñoz





Marta se detuvo en mitad  del viejo puente arrastrando los gastados zapatos negros.  No eran sólo los pies los que le pesaban, era toda la vida misma, la angustia y la desazón,  por el presente y más aún por el futuro incierto. Toda eso unido a una amalgama de terribles pensamientos le impedían respirar con normalidad, ni ver con claridad y mucho menos animarse con como para decirse, “Vamos nena, sigue caminando, esto algo que tienes que hacer aunque te cueste la vida…”.
A Marta le cegaba el sol del atardecer, por eso al retomar la marcha tropezó con el saliente de una de las maderas del desvencijado puente.
―¡Coño, que casi me caigo!- ―se dijo.
Miró hacia abajo, donde transcurría silencioso el río. ¡Cuántas veces de pequeña se había bañado en esas aguas frías y cristalinas! Allí su madre la enseñó a nadar. Entonces era una niña alegre que se reía de todo. Sus padres eran jóvenes y llenos de vida, ahora ya no estaban para protegerla del mundo, de los sin sabores del día a día, de los miedos que le visitaban desde hace siete días en cuanto cerraba los ojos.
No fue una niña de muchos amigos, pero los tenía ahí, es sólo que ella se fue alejando de ellos, a fuerza de ver que se iban emparejando y ella continuaba soltera y ahora sola.  Muy sola.
Entre las manos frías y temblorosas aferraba una urna gris que contenía lo mejor de su vida, lo único bello, hermoso y verdadero, lo único que ella sabía que había sido suyo.
Al fin llegó al lugar indicado. Suspiró hondo, las lágrimas le corrían en arroyuelos por los ojos enrojecidos. Una semana llorando, siete días de dolor y tristeza.
Ahora le tocaba realizar aquello que le habían encomendado a ella exclusivamente. Sus amigas habían querido acompañarla en ese lance tan doloroso, pero se negó.
Y allí estaba en el filo oxidado del puente donde sus padres se encontraron por primera vez, donde se dieron el primer beso, donde se hicieron las fotos de la boda y la trajeron a ella a los pocos días de nacer.
Le parecía estar escuchando la voz atildada de su padre,  “Marta, tu madre solía pasar casi todos los días por este puente para llevar el almuerzo a tu abuelo… Si la hubieses visto, tan guapa, tan joven, tan inocente…La primera vez que nos cruzamos yo iba montado en un burro cargado de cañas de azúcar, que por entonces todos estos campos… Y su padre le señaló los alrededores del puente que ahora eran edificaciones― estaban  cultivados de cañas de azúcar.  Recuerdo que era Abril y tu madre llevaba un vestido de algodón blanco y un  sombrero de paja sobre sus cabellos negros recogidos en dos gruesas trenzas. En el brazo derecho llevaba el cesto con la comida. Ella caminaba despacio, ya sabes que es muy tranquila tu madre, tú has salido a ella en todo, hija… No papá, le replicó entonces Marta, en todo no, yo tengo tus ojos y tu nariz…”
Ahora Marta lloraba desconsolada, tenía los hombros  hundidos y la espalad arqueada.
Con una mano temblorosa levantó  la tapa de la urna.
Al ver las cenizas, le vino a la mente lo que solía decir el cura, “polvo eres y en polvo te convertirás” y así era, y ahí estaba la evidencia de eso. Sus padres ahora eran polvo, un polvo grisáceo y parduzco.
Volvió a llorar.
¿Cómo es posible que muriesen los dos a la vez?, si estaban perfectamente de salud y tranquilamente dormidos, juntos en su cama de matrimonio, y ella al lado en su dormitorio con la luz encendida… Nada presagiaba el fatal desenlace, ni un aullido de perro, ni un grito de lechuza,  ni un rayo de tormenta, nada, todo estaba en silencio, tranquilo, el mundo dormía sus horas de sueño y sus padres se morían plácidamente, cogidos de la mano y muy unidos, como siempre durmieron durante sus cincuenta y dos  años de matrimonio.
            Los encontró  fríos a las siete de la mañana que se extrañó de no oírlos trajinar en el cuarto de baño y en la cocina. A ambos les había dado un infarto mortal. Algo insólito que se supiese nunca jamás de los jamases  había ocurrido por lo menos en España.
            Antes de arrojar las cenizas al río, suspiró entre sollozos, si ahora mismo el agua del río le devolviese su reflejo se asombraría y asustaría de verse la cara descompuesta, pálida y macilenta, ojos inflamados, nariz enrojecida y labios cuarteados de resecos.
           "Ojalá me hubieseis dado un hermano o hermana, ahora me acompañaría en el dolor y ambos nos daríamos ánimos para hacer esto" y con el rostro sombrío y lloroso, arrojó el contenido de la urna.
            Se quedó largo rato mirando como las cenizas que ahora era un polvillo gris caía al río que discurría entre piedras y carrizos, de pronto dos pajarillos de agua, grises con crestas negras,  ascendieron entre la nubecilla haciendo círculos en el aire hasta llegar a la altura de Marta que, muy sorprendida y estremecida, vio como ambos se posaban en la baranda oxidada del puente, la miraron unos instantes, después canturrearon alegres, se hicieron arrumacos y acto seguido Marta, llena de serenidad y ternura, vio como la pareja de pajarillos echaron a volar para perderse entre unos eucaliptos encendidos en el rojizo del atardecer.

LUCIA MUÑOZ.

"ENTRE FOGONES" de Ildefonso Gómez Sánchez


Entre fogones
No sé por qué, pero esta hoja en blanco me ha recordado esas cacerolas de porcelana roja y fondo azul, que un día cualquiera de mi infancia traían de cabeza a mi madre. La imagino con la cabeza en blanco, sin saber que preparar para comer. A ella no le gustaba mucho meterse entre fogones y menos quebrarse la cabeza pensando en que iba a prepararnos. Me la imagino murmurando. “Veamos en la despensa… no tengo mucho tiempo para guisar. Es que una siempre va de cabeza y una está sola para todo." "Un arroz a la cubana y unos huevos con salchichas. No, no, hace unos días ya lo preparé, luego me refunfuñan y me dan las tantas con la mesa puesta con la lata de la comida. Un puré de patatas con unos filetes rusos... como que no, que luego me veo fracasada para la cena. Un arroz con verduras. Bueno un arroz, ya está,  un arroz con verduras. Bueno, veamos que hay en la nevera. Estos tomates, un par de pimientos verdes, esta mitad de pimiento rojo,  unas zanahorias, esta media cebolla, y unas judías verdes…”
Todo sobre el poyete de la cocina, junto al fregadero. Mondaba, partía en trozos grandes y lavaba con escrupuloso cuidado. Durante un rato dejaba escurrir las verduras para que perdieran el exceso de agua. Mientras pelaba un par de ajos y los troceaba. El aceite ya iba calentándose en la cacerola a la espera de que los ajos hicieran su entrada en escena. Se comenzaba a gestar un sofrito: los ajos ya casi dorados ,luego  una cebolla troceada tan blanca como esta hoja, que va perdiendo protagonismo poco a poco gracias a las habilidades de la improvisación culinaria que aprendí de mi madre. Un sofrito a fuego lento, éste era el secreto para que el plato fuera un éxito.
 Un sofrito tranquilo sin mucho movimiento se iniciaba entre esos fogones de cobre, relucientes como un sol, en esa cocina blanca de butano. Mientras ella troceaba las zanahorias en brunoise, pacientemente la cebolla se pochaba hasta quedar translúcida. La zanahoria siempre la agregaba después de la cebolla, cuando estaba bien pochada. Luego quitaba las hebras de las vainas de las judías y las troceaba sobre la cacerola.  Un meneo y los pimientos guardando turno en una fuente, para ser cortados al estilo “paisana”, bien fino. El pimiento siempre era el tormento de mi hermana pequeña, si mamá no lo hiciese así, el pimiento no lo hubiera comido nunca. Los tomates maduros eran pelados y luego rayados. Unas hojas de laurel eran añadidas a la cacerola, después del tomate. Revolcón con la cuchara de madera y tapadera. Un hervor de unos minutos, hasta que el tomate tomara ese color medio anaranjado, entonces añadía el arroz; luego añadía unas hebras de azafrán y un par de clavos de olor. Otro par de meneos y echaba el agua caliente a ojo. Mamá, como yo, cocina con la intuición del “ojímetro”. En quince minutos de cocción, que era tiempo que necesitaba el arroz, mamá iba quitando del medio los cuatro cacharros que había utilizado para preparar la comida.
El arroz ya estaba listo. Ya había reposado el tiempo necesario.
Siempre, todos los días, cuando papá abría la puerta al volver del trabajo y entraba, la misma frase. “La comida ya está. Vamos a la mesa. Niños, las manos… y a la mesa. Papá ya está aquí”.  Ese día estoy seguro que dijo: “El arroz se pasa. Vamos, a lavarse las manos y a comer. El arroz pasado no está bueno. Venga vamos a la mesa.” Todo un ritual.
A menudo lo pienso, probablemente, la culpa la tiene Santa Teresa de Ávila, guisar y escribir es casi un mismo oficio... entre fogones y peroles. Un poco de aquí, otro de allí. Habilidad y cariño, y también haber observado el predicamento de la abuela, eso rea fundamental. Un poco de sal de la vida, nostalgias, recuerdos… Son los ingredientes, que vamos añadiendo a la hoja en blanco, cacerola roja de fondo azul del que quiere contar algo a partir de las sombra que va dejando el tiempo en la memoria.

13/04/2011
Escrito para leer, escuchar y charlar.
Tema: Entre fogones